Opinión

Primero de Mayo: ejemplo y memoria

Cuando un 3 de mayo de 1886 la policía de Chicago abrió fuego contra los huelguistas que desde el día 1 se manifestaban por la conquista de la jornada de 8 horas, nadie imaginó que lo que se consagraba como un sangriento acto de represión se iba a convertir, rápidamente, en bandera del naciente movimiento obrero. Y es que las noticias de aquel mayo de brutalidad policial, pero, sobre todo, de aquel mayo de determinación obrera que acabó por hacer ceder a la patronal se extendieron como la pólvora en el movimiento obrero internacional, inspirando la lucha de los trabajadores de todos los lugares del mundo.

Iniciado como un movimiento de memoria por los caídos, de repulsa de la represión y de reivindicación de la jornada laboral de 8 horas en memoria de los huelguistas, la fecha (el 1º de mayo, en recuerdo del día de inicio de la huelga) se convirtió en el primer evento anual de reivindicación y lucha de toda la clase obrera. Con su práctica surgía por vez primera un día dedicado en exclusividad al autorreconocimiento y reivindicación internacional de los trabajadores como un cuerpo social separado definido por unas condiciones de vida y trabajo, condiciones en las que se encontraban las razones de su cohesión, solidaridad, organización y lucha por la construcción de un proyecto común.

Como resultado, el Primero de Mayo acabó siendo reconocido por el conjunto de las organizaciones obreras a lo largo del globo y declarado como “Día Internacional de la Clase Obrera” o “de los Trabajadores”. A partir de ese momento, millones de obreros y obreras de todo el mundo convirtieron esta jornada en un día de lucha de clase, de la dignificación del trabajo y contra la explotación del hombre por el hombre. Sin fronteras de ningún tipo, en todos los países, regiones, ramas y sectores laborales, el pueblo trabajador celebraba el Primero de Mayo. Aprendiendo de sus mejores experiencias, la clase obrera internacional convirtió un acto de recuerdo en uno de lucha, dando un nuevo sentido a la idea de memoria al convertir el recuerdo no en un acto pasivo, sino en base para la acción transformadora del presente. A través del Primero de Mayo, la clase obrera comenzó a reconocerse a través de la construcción de su memoria, síntesis de las mejores tradiciones de lucha que dotarían de ejemplo a las futuras generaciones de trabajadores.

De esta forma, desde su surgimiento hasta la actualidad, el Primero de Mayo ha cumplido este papel de reivindicación y consciencia de la clase obrera internacional partiendo de una realidad histórica compartida, recogiendo, consagrando y al mismo tiempo articulando algunas de las mejores tradiciones de lucha de la clase trabajadora: la solidaridad internacional, la determinación, su independencia como clase social y la organización y la lucha como las verdaderas herramientas de poder. El Primero de Mayo es, por tanto, el día en el que la clase trabajadora mundial sale a la calle para gritar con una sola voz que ella es el poder transformador del mundo, que ella, que es internacional, es la que pone en funcionamiento el planeta entero y que sólo ella, que recoge en su seno a todos los oprimidos, posee la fuerza capaz de liberarlos a todos.

¿Qué significa, entonces, este Primero de Mayo? ¿Qué sentido tiene para el estudiantado de extracción obrera y popular y para toda la comunidad educativa? ¿Resulta útil seguir reivindicándolo aún hoy? ¿De qué sirve que nosotros, como estudiantes, lo reivindiquemos?
El Día Internacional de la Clase Obrera es el necesario ejercicio de continuación del espíritu que lo alumbró en 1886 y que lo ha mantenido vivo hasta nuestros días: el de la unidad y lucha del pueblo trabajador por la conquista del futuro. Espíritu de unidad basado en una vida, trabajo, aspiraciones y memoria compartidas; espíritu de lucha que parte de la certeza de que únicamente la fuerza de la clase obrera organizada asegura la conquista y el ejercicio de sus derechos. Para el estudiantado de familias obreras, reivindicarlo es señalar dos cosas. Primero, nuestra pertenencia a la clase trabajadora, nuestra unión indisoluble con ella por nuestro origen, condiciones de vida y perspectivas de futuro o, en muchos casos, por nuestra participación directa en el mundo del trabajo; esta pertenencia no sólo implica la posesión de una vida compartida, sino la comprensión de la lucha y el proyecto del estudiantado como parte del proyecto global de la clase obrera. Segundo, y partiendo de lo primero, es señalar la centralidad del movimiento obrero en la lucha del estudiantado, pues las grandes transformaciones y conquistas sociales de la historia han sido siempre comandadas por los trabajadores, en unidad con estudiantes y otros sectores del pueblo.

En la lucha por una educación a nuestro servicio, reivindicar el Primero de mayo, hoy, es una tarea imprescindible como acto de reconocimiento y acción política consecuente. De reconocimiento de todos y cada uno de los trabajadores y trabajadoras que ponen en marcha cada día nuestros centros de estudio y de su lucha por unas condiciones laborales dignas, de la lucha de nuestros padres por darnos la mejor educación posible, de la de los compañeros que se ven obligados a compaginar estudio y trabajo, o de la de aquellos que hacen prácticas sin derecho laboral alguno. Con orgullo afirmamos que pertenecemos al mundo del trabajo y reconocemos que el pueblo trabajador es la fuerza que mueve todo.

En definitiva, el Primero de Mayo es un día para recordar las grandes luchas obreras que llevaron al pueblo a la conquista histórica de derechos pero también un día de lucha, en presente, por la mejora de las condiciones de trabajo del pueblo trabajador, de nuestra vida, de nuestra enseñanza… Frente a la incertidumbre y las perspectivas de miseria hay otro futuro posible y realizable en nuestras manos.

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